miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Por qué Maduro no deja de venderle petróleo a Estados Unidos?

Las sanciones impuestas por Barack Obama a 7 funcionarios del gobierno venezolano han inflamado de antiimperialismo los discursos y los han llenado de frases desafiantes. Venezuela ha realizado ejercicios militares para defenderse de una posible invasión de los Estados Unidos de América. El #YankeesGoHome ha vuelto como hashtag en un tiempo en que las redes sociales han sustituido las trincheras y la valentía es digital.

Ante una situación que el gobierno de Venezuela ha interpretado como una escalada en el conflicto, surge con frecuencia una pregunta: ¿por qué Venezuela continúa vendiéndole petróleo a un país que, según la versión oficial, tiene planes de invadirnos?

¿Por qué continuar alimentando al tigre que pretende devorarnos?

El país le sigue vendiendo petróleo a Estados Unidos porque los daños autoinfligidos de interrumpir el suministro serían muy altos para Venezuela, mientras que el perjuicio para los Estados Unidos sería insignificante.

En la actualidad, Venezuela despacha diariamente unos setecientos cincuenta mil barriles de petróleo diarios a Estados Unidos. Si decidiera no vendérselo a ese país, tendría que vendérselo a brokers internacionales, quienes se lo revenderían a clientes en el mercado internacional, incluyendo a Estados Unidos. La cantidad de petróleo venezolano, que representa apenas el 8% de las necesidades de importación de Estados Unidos, llegaría al país del norte, sólo que ahora lo haría mediante intermediarios. Así, la decisión de Venezuela no alteraría el flujo de petróleo que Estados Unidos recibe diariamente. En estas circunstancias, Venezuela deberá vender su petróleo a un precio menor al que le vende directamente a sus clientes en los Estados Unidos y, de esta manera, sería la única perjudicada con una decisión como ésta. Cosas del mercado.

Este escenario pudiera ser todavía más costoso de lo que parece, pues cerca de la mitad de las exportaciones de petróleo venezolano a los Estados Unidos son a la filial venezolana CITGO, que tiene una capacidad de refinación adaptada a las condiciones del petróleo venezolano, un tipo de crudo pesado que será más difícil de vender en otros mercados. Algo que también se reflejaría negativamente en el precio de venta y, por lo tanto, en los ingresos en divisas de Venezuela.

Tampoco se puede desestimar que la decisión de no venderle petróleo a los Estados Unidos pudiera ser considerada un “ataque” bajo la Ley de International Emergency Economic Powers, lo que le permitiría al Presidente de Estados Unidos confiscar cualquier activo venezolano que se encuentre en jurisdicción norteamericana. Una materia para la discusión entre abogados expertos en estos temas.

La única forma de causarle un perjuicio directo a Estados Unidos con el petróleo es retirando de la oferta mundial los barriles que le vendemos. Esto equivaldría a que, por ejemplo, Venezuela anuncie que a partir de mañana habrá una reducción de su oferta petrolera en setecientos cincuenta mil barriles de petróleo diarios. El precio del petróleo en el mundo aumentaría (probablemente poco) perjudicando a la economía estadounidense y a la mundial. Sin embargo, la caída de los ingresos en Venezuela sería de tal magnitud que la etiqueta de crisis humanitaria podría ser insuficiente para describir lo que ocurriría en el país. Mientras que el daño a los Estados Unidos sería muy limitado: la cantidad de crudo que le vendemos representa menos del 1% de la oferta mundial de petróleo. Pero para Venezuela esa cantidad alcanza la mitad de los barriles que le generan divisas. Cosas de la asimetría.

Ya Venezuela ha reducido sus ventas de petróleo a Estados Unidos. En diciembre del año 2000 llegamos a venderle un millón setecientos setenta y seis mil barriles de petróleo diario. Hoy le vendemos menos de la mitad de aquel monto. China e India son ahora destinos importantes para nuestro petróleo, pero desplazar a los Estados Unidos como cliente es algo que no puede hacerse de la noche a la mañana.

En resumen: la idea de dejar de venderle petróleo a Estados Unidos es un sinsentido económico, pues no perjudica al supuesto enemigo y sí le causa un daño a Venezuela. Mientras tanto, Miraflores tendrá que lidiar con la contradicción simbólica de venderle a las tropas enemigas la energía que permite el movimiento de sus aviones y blindados.

Cuando se trata de guerras imaginarias, todo es posible.

Por Angel Alayón
Prodavinci