miércoles, 8 de julio de 2015

MARIANELLA SALAZAR: ¡Tremendo aguaje!


Artillería de Oficio

Lo que está clarísimo es que Nicolás Maduro, por instrucciones de Raúl Castro, tenía que apaciguar el avispero provocado por el Decreto 1787 del pasado 27 de mayo, que terminó no solo por abrir un frente con Guyana sino con el vecino país de Colombia.

No había terminado su larga alocución en la Asamblea Nacional, cuando el presidente Santos reaccionó en su cuenta de Twitter celebrando la modificación de ese decreto: “Otra prueba de que diplomacia y diálogo funcionan”. Se dio por satisfecho el mandatario colombiano, que esperaba una respuesta al ultimátum que le dio a Maduro para que corrigiera el decreto, que establecía delimitaciones en un área donde ya se encuentra Ecopetrol, gracias al acuerdo Chávez-Santos de 2011, donde los colombianos tienen libre tránsito en zonas de seguridad para el Estado venezolano. Chávez llegó a acuerdos con “su nuevo mejor amigo”, que son parte de “los secretos” que dice guardar Maduro de su época como canciller, cuando no fue más que un cómplice que permaneció callado frente las concesiones otorgadas por Guyana en el Esequibo, a cambio de ese voto en el Caricom. Chávez y Maduro permitieron la entrega unilateral de concesiones a Guyana y le dieron un cheque en blanco, además de los 580 millones de dólares de Pdvsa a través de Petrocaribe; ahora, guapa y apoyada unánimemente por Caricom, de los 53 países del Commonwealth, de los no alineados, de Estados Unidos y por supuesto, de Cuba, nuestra legítima reclamación terminará en un despojo si llega a la Corte Internacional. Ya habíamos escrito que la entrada de la Exxon Mobil a Guyana fue apoyada por Cuba, que los Castro habían llegado a un acuerdo con Guyana para protegerlos de acciones de Venezuela a cambio de manejar negocios a futuro y tener garantizado el petróleo de la plataforma, porque si Maduro llega a estar fuera del gobierno se les acabará la manguangua, y Diosdado en el poder no es confiable.

Un show mal montado:

La denuncia de que “hay en marcha una operación política, mediática y diplomática contra Venezuela, para tratar de instalar conflictos de alta intensidad…una operación tenaza”, y llamar a la unión nacional para enfrentar amenazas externas fue como comerse un huevo sin sal, no exacerbó ningún estallido de patriotismo que pudiera ayudar a detener la estrepitosa caída de popularidad de Maduro, mucha más emoción le puso a la campaña antiimperialista para recolectar firmas contra el decreto del presidente Obama que sanciona a unos funcionarios a quienes les congelaron sus cuentas y les cancelaron sus visas en Estados Unidos. Tampoco se compara con la tibia defensa a Cabello por las supuestas investigaciones del Departamento de Estado que lo vinculan con el narcotráfico, cuando espetó que “Diosdado somos todos”. Su comparecencia ante la Asamblea por el tema del Esequibo, tantas veces anunciada y pospuesta, se diluyó con la propuesta de hacer un debate sobre el reclamo de la zona del Esequibo y en la designación de una comisión presidida por el insípido e incoloro vicepresidente Arreaza para resolver todos los asuntos limítrofes con los vecinos de América Latina y el Caribe. El asunto se desinfla como un globo de helio, tácitamente han apoyado a Guyana al permanecer tanto tiempo callados, el discurso fue un saludo a la bandera porque nunca se sabe si en la Armada, donde todavía no han llegado los intrusos instructores cubanos, algunos militares con otra agenda se les pueda ocurrir desalojar a algún buque de la plataforma y allí sí es verdad que nos vamos a encontrar de frente con los dos imperios: el estadounidense y el británico.