Escrito por Vanessa Novoa el 16 marzo, 2019
Esta semana, los venezolanos vivieron una ola de persecución por parte del régimen de Nicolás Maduro que implicó un nuevo aumento en la cifra de presos políticos, activistas sancionados, periodistas golpeados y desaparecidos y portales web censurados por ser incómodos al aparato de propaganda del chavismo.
La persecución es alarmante, pero no sorprendente: el régimen comunista instaurado por Chávez lleva 20 años persiguiendo y censurando a la disidencia. Lo verdaderamente sorprendente y grave a estas alturas es el ataque verbal del que son objeto quienes cuestionan el liderazgo y acciones de Juan Guaidó desde la oposición.
Tal como ocurrió con Henrique Capriles en 2012-2013, Leopoldo López en 2014-2015 y Ramos Allup en 2016, hoy Juan Guaidó goza de un velo de inmunidad crítica por parte de ciudadanos opositores. Entre los argumentos que usan para callar a los críticos, se encuentran los clichés de siempre: 1) “Está bien asesorado, así que sabe mejor que nadie lo que hace”, 2) “No puedes criticarlo porque él ha hecho más que tu”, 3) “No podemos criticarlo porque debemos mantenernos unidos”, 4) “Quienes critican a Guaidó le hacen el juego al chavismo o son chavistas en el fondo”.
Cada uno de estos argumentos emula peligrosamente la principal doctrina del régimen comunista venezolano: el culto al líder.
Durante 20 años, los seguidores del chavismo aprendieron a otorgar a sus líderes cualidades mesiánicas y títulos de grandeza. Hoy la oposición ciudadana hace lo mismo con Juan Guaidó.
Durante 20 años, los seguidores del chavismo aprendieron a confiar y obedecer ciegamente la ruta y las políticas seguidas por sus dirigentes. Sin cuestionar y sin importar lo descabelladas que resultaran. Hoy buena parte de la oposición ciudadana hace lo mismo con Juan Guaidó.
Durante 20 largos años, el aparato de propaganda comunista logró que todo crítico de su sistema fuera automáticamente calificado de traidor, terrorista y enemigo. Hoy la oposición ciudadana acusa de “agentes del G2” a quienes se atreven a cuestionar a Guaidó.
No solamente los chavistas se comieron la propaganda. Una dirigencia opositora responsable rechazaría cualquier doctrina que busque imponer una visión única e incuestionable de la realidad del país y además, mandar a silenciar a quienes la cuestionen. Que sea el mismo Frente Amplio y sus representantes los que lejos de rechazar la doctrina del culto al líder del chavismo, busquen emularla en sus filas, es motivo de gran preocupación.
Que la dirigencia política opositora quiera emular la nefasta “rodilla en tierra”, que tanto daño le ha hecho al país, nos dice mucho de la Venezuela post-transición que pretenden construir en el futuro.
En una sociedad libre, los dirigentes políticos son constantemente cuestionados por la población. En esas sociedades, los ciudadanos entienden que la investidura dada por un cargo público implica funciones y responsabilidades claras que deben ser puestas siempre en tela de juicio…pero en Venezuela, donde por dos décadas la población fue adoctrinada para ver a los líderes políticos como salvadores incuestionables, el ejercicio crítico de la libertad de expresión está en riesgo, aún después de una eventual transición.
Hoy, más que nunca, debemos cuestionarlo todo. No importa que también le moleste a la oposición.