sábado, 4 de octubre de 2014

“Los descuartizadores de Serra” Por Gustavo Tovar

Sin hipocresía

No puedo ocultarlo, el sanguinario asesinato de Robert Serra me ha conmocionado. Todavía no puedo creerlo, no sólo porque se trataba de uno de los diputados más ruidosos y polémicos del chavismo, sino por la ferocidad, saña y salvajismo con que fue cometido el abominable crimen.

Aunque resulte odioso debo señalarlo: esa es la Venezuela despiadada y cruel que nos ha legado el chavismo.

En vida Robert Serra me acusó, persiguió, insultó, trató de hacerme la vida de cuadritos y no pudo; era demasiado fantoche para lograrlo. Siempre me pareció una marioneta parlanchina del régimen, dependiendo de quién fuese el ventrílocuo de turno era su tono.

Ante sus ataques jamás me quedé callado, lo desprecié con el mismo vigor con que él lo hizo. Entre nosotros sólo existió mutuo despreció; eso no cambiará jamás; ni vivos ni muertos, jamás. Para mí Robert Serra era un venezolano ruin, como ruin me parece el chavismo y como ruin -injustificable, despreciable y absolutamente condenable- fue la muerte que le impuso la gente de su entorno.

Eso sí, pese a que la muerte de Serra me ha conmovido, sensibilizado y hasta abrumado, como venezolano, por su ferocidad, no caeré en la hipocresía de alabar a Serra ahora que una manada de bárbaros, de caníbales, de fieras (¿chavistas?) le han puesto fin a su vida. No lo haré.

Tampoco me ufano ni me deleito por su muerte, sólo los espíritus más viles y despiadados serían capaces de hacerlo. No soy vil ni despiadado y no miento, me duele, me conmueve profundamente, la agonía que tuvo que haber vivido Robert en sus últimos instantes de vida en las garras de sus verdugos.

La huida hacia adelante del chavismo

Sospechosamente, muy sospechosamente, el chavismo más recalcitrante ha huido hacia adelante con el inhumano asesinato de Robert.

Las declaraciones brindadas por sus magnates fascistas -con el bobalicón de Maduro a la cabeza, Cabello, Rodríguez Torres o la intelectual barata de Eekhout-, no sólo han sido temerarias, han sido misteriosamente irresponsables.

Acusar a la “derecha” del crimen -en Venezuela no existe esa vaina, en todo caso son ellos los militares conservadores, asesinos y millonarios, es decir, son ellos la “derecha fascista”-; señalar que fue la “oposición política” y su eterna conspiración intergaláctica; aducir un nuevo complot internacional que involucra a Obama, Uribe y probablemente al capitán Jack Sparrow; no se los cree nadie, más aún, no se lo creen ni ellos mismos.

Además hacerlo de manera tan atropellada y demencial, sin pruebas, mezclando los asesinatos de Anderson y Otaiza, el “envenenamiento” a Bolívar, la “inoculación cancerígena” al pajarito Chávez, con esta nueva atrocidad, sólo muestra un discurso planificado, anticipado, maquiavélico: una peligrosa cacería de brujas.

Están creando una falaz y perversa matriz de opinión, localizando culpables donde no los hay, acusando a diestra y siniestra, porque saben quién cometió el crimen e intentan ocultarlo.

No hay otra explicación. Lo demente auspicia lo sospechoso.

Estoy convencido de que el condenable crimen contra Serra no es sólo una muestra de la rancia ineptitud que caracteriza a la dictadura en temas de seguridad ciudadana y todos sus cínicos planes de “patria segura”; estoy convencido de que no es otra pérfida mediocridad, otra chapucería más de Rodríguez Torres; estoy convencido de que algo ocultan, que en realidad saben qué pasó y no se atreven decirlo. Crean una coartada política para esconder una realidad vergonzosa.

Mientras tanto los descuartizadores del joven Serra están en la calle, probablemente en el poder, haciendo lo que les viene en gana.

Sus feroces fauces

Me cuesta creer que algún político venezolano sea capaz de semejante salvajismo.

En todo caso, si alguien es capaz de asesinar de esa manera a Robert Serra como dice Rodríguez Torres que hicieron -el muy cínico leyó a Isaías, si será malandro ese tipo ¡carajo!-, son los mismos asesinos del 4 de febrero, del 27 de noviembre, del 11 de abril y de todos los jóvenes estudiantes que fueron balaceados en la cabeza, torturados y sodomizados por la dictadura. Si alguien es capaz de semejante crimen son ellos mismos, su larga tradición asesina así lo demuestra.

Este tipo de crímenes sólo lo han cometido chavistas desde el 4 de febrero de 1992, día en el que Rodríguez Torres, Cabello, Carreño, Ameliach, entre otros, le mostraron sus feroces y asesinas fauces a la política en Venezuela.

Antes señalo que no creo que un político venezolano sea capaz de semejante atrocidad criminal, de verdad no lo creo, ni siquiera los fascistas del régimen (que a todas luces no son políticos), pienso que ese tipo de aberraciones asesinas sólo las comete el narcotráfico o en el peor de los casos, pero lo dudo, un apasionado enamoramiento.
Hechos, no ficciones

La situación es sumamente extraña, no olvidemos que meses antes habían asesinado a uno de los escoltas de Serra y que la madre del escolta ha señalado que su asesino se encuentra en la Asamblea Nacional. ¿Quiénes fueron los asesinos? ¿Por qué no lo dicen?

Hechos, no ficciones, muestran que Serra estaba cercanamente involucrado con las mafias de los colectivos, algunas de ellas (no todas) estrechamente asociadas al narcotráfico y al comercio ilegal de armas.

No creo que haya sido Obama el asesino ni Álvaro Uribe, creo que ambos tienen suficientes problemas en sus países como para dedicarle mucha atención a nuestra descuartizada y surreal Venezuela, no creo que haya sido la oposición y, aunque me genera cierta sospecha y duda, me costaría pensar que los fascistas del régimen lo hubiesen asesinado de manera tan encarnizada y abominable, ellos prefieren disparar un solo disparo en la cabeza; pienso que esto es un crimen de mafias, de narcotraficantes, de mercaderes de la guerra.

De cualquier manera, en un país tan demente como el nuestro, no pondría mis manos en fuego. Por eso exigimos una investigación seria, insisto: hechos, no ficciones ni coartadas surrealistas.

Venezuela descuartizada

Mencioné antes que no alabaré a Serra ahora que ha muerto, tampoco cometeré la vileza de celebrar su sufrimiento. Revelo, como venezolano, mi conmoción -incluso mi dolor- por la atrocidad criminal que ese pobre muchacho tuvo que vivir en sus últimos instantes de vida.

No puedo…, no quiero ni imaginar su sufrimiento. Maniatado, amordazado, vejado en un rincón, el otrora todo poderoso y arrogante diputado, apuñalado una y otra vez sin clemencia hasta su desangre último, hasta su dolor final y su muerte. No puedo imaginar semejante crueldad.

(¡Dios! ¿Por qué has abandonado a nuestra bella Venezuela?)

Y pienso en Robert y pienso en los miles de jóvenes que de manera injusta han perdido la vida durante todos estos años de la cínica “patria segura” del inepto policía Rodríguez Torres, pienso en el desgarrador dolor de sus padres, sus familiares y sus amigos. Pienso en el dolor a coro que somos como país y pienso que esto seguirá así, que nada cambiará, mientras el fascismo chavista permanezca en el poder.

Pienso que en manos de tanto asesino en serie la descuartizada será Venezuela.

Por: Gustavo Tovar Arroyo

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