miércoles, 1 de abril de 2015

Pdvsa: Se acabó lo que se daba…


Estamos en inventario…

Venezuela depende cada vez más de dos imperios: el norteamericano y el chino.

Todos huyen de un barco que está haciendo aguas por las escotillas. PetroVietnam intenta vender 40% de su participación accionaria en una empresa conjunta con Pdvsa. Lo increíble ha ocurrido: Maduro decide dar la espalda a Cuba y a los camaradas de Petrocaribe y recorta a la mitad los subsidios de crudo, informa la banca Barclays.

El novelista boliviano Augusto Céspedes solía decir que “existen ratas extrañas que se suben al barco cuando se está hundiendo”. Hasta el momento, el único roedor con esos atributos parece ser el gobierno de Beijing, que ha prometido otorgar créditos al gobierno de Caracas por una suma aproximada a los 10.000 millones de dólares. Otros gobiernos, como el de Vietnam, intentan en cambio abandonar la nave y romper un convenio con el ente estatal venezolano.

Según dijo una fuente de PDVSA a la agencia noticiosa Reuters, los primeros 5.000 millones de dólares de Beijing serían depositados en abril en un fondo chino-venezolano destinado a financiar grandes proyectos, en tanto los otros 5.000 millones serían gestionados como un “préstamo especial” , también para Petróleos de Venezuela, SA. El empréstito podría firmarse en junio próximo.

Esos créditos, cuyos detalles se desconocen, como ocurre con todas las laberínticas negociaciones entre Beijing y Caracas, poco harán para alterar la deprimente situación económica que padecen los venezolanos, aunque tendrán dos resultados predecibles: acrecentarán la deuda con China, y no servirán para nada.

El gobierno chavista ha sido siempre un barril sin fondo, en las épocas de prosperidad, y en las épocas de penuria. Según The Financial Times, el estado venezolano debe a Beijing 56.300 millones de dólares. Con los 10.000 millones de dólares adicionales, adeudará 66.300 millones de dólares.

Venezuela empezó a hipotecarse con China en el 2007, durante el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías. Ese año, los precios del crudo oscilaron en los 90 dólares el barril. En el 2008, llegaron en cierto momento a 145 dólares el barril.

Y hasta junio de 2014, el precio promedio fue cercano a los 95 dólares el barril. Durante esos siete años, el régimen venezolano siempre amplió su deuda con China. Ahora el crudo se cotiza a casi la mitad, y Venezuela padece una contracción de la economía y una inflación galopante.

Es, por lo menos quimérico suponer que logrará disminuir su deuda con el gobierno chino, o con cualquier otro acreedor, hasta con el bodeguero de la esquina. (Eso excluye a los bonos del tesoro, que se cancelan con toda puntualidad).

Además, la costumbre del chavismo no es exhibir pulcritud en las finanzas, sino un voraz despilfarro. Basta observar lo ocurrido con el Banco de Andorra, donde 2.000 millones de dólares de PDVSA desaparecieron, y luego reflotaron en las cuentas de varios ex funcionarios chavistas.
Seguramente el gobierno de Maduro volver a pedir prestado. El problema es que las fuentes de suministro escasean. Y por último ¿qué son 10.000 millones de dólares para un gobierno que toleró sin pestañear la desaparición de 21.000 millones de dólares entre 2012 y 2013 “a precio preferencial a diversas empresas para importaciones esenciales que jamás fueron realizadas”, según denunció el presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, Ricardo Sanguino?

Tanto Edmée Betancourt, ex presidenta del Banco Central de Venezuela, como Jorge Giordani, ex ministro de Finanzas, estimaron que un tercio de los dólares otorgados en 2012 fueron usados para empresas ficticias.

Debido a todos esos descalabros, el gobierno venezolano empieza a sentir los cimbronazos de la crisis. El primer daño colateral ha sido el anuncio de PetroVietnam (PVN) de vender un 40 por ciento de su participación accionaria en una empresa conjunta con PDVSA.

Reuters dijo que PVN había decidido realizar inversiones para explotar crudo pesado en Junin 2, en la faja petrolífera del Orinoco. El proyecto tenía un costo inicial de 1.800 millones de dólares. Debía concretarse en un plazo de cinco años, convirtiéndose en uno de los programas de inversiones más grandes del gobierno vietnamita en el exterior.

Pero, según dijo a Reuters una fuente de PDVSA, la compañía PVN estudia “una retirada definitiva”, pues le preocupa “la alta inflación y los controles de cambios” en Venezuela.

La agencia señaló que la salida de PetroVietnam, “representa una ulterior decepción para el gobierno de Maduro” luego que Petronas, el ente petrolero de Malasia, decidió librarse del proyecto Petrocarabobo en la faja del Orinoco en el 2013, “debido a los problemas en sus transacciones con las autoridades venezolanas y con PDVSA”.

Se acabó lo que se daba:

En otra demostración de las dificultades que tiene el gobierno de Venezuela para cumplir con sus compromisos, un informe de la banca Barclays indicó que el gobierno de Caracas recortó a la mitad los despachos subsidiados de crudo a Cuba y los países miembros de Petrocaribe.

En la actualidad, representan cerca de 200.000 barriles diarios en lugar de los 400.000 barriles enviados en el 2012. Eso significa para la administración venezolana un fuerte ahorro. En relación a PetroCaribe, de más de 7.000 millones de dólares. (De 30.000 millones de dólares a 22.600 millones de dólares).

La banca dijo que “Cuba ha recibido alrededor de 55.000 barriles diarios desde septiembre, casi la mitad de lo que recibió en el 2012”.

Pero Cuba, a diferencia de Venezuela, tiene un gobierno que ya ha escarmentado bastante, y nunca se hace ilusiones con sus benefactores. Tras la caída de la Unión Soviética, a comienzos de la década del 90, las autoridades de La Habana afrontaron un período especial donde la carestía era la norma y la sonrisa se había borrado de todos los rostros.

El actual gobierno de Raúl Castro ya empezó a avizorar lúgubres escenarios inclusive antes del fallecimiento del presidente Chávez. No es casual que aceptase un acercamiento con el gobierno de Washington, e iniciado negociaciones hace un año y medio, que podrían culminar en los próximos meses.

Entre tanto, la administración de Barack Obama ha comenzado a apretarle las clavijas al gobierno de Maduro, comenzando por implementar sanciones contra siete funcionarios a los cuales ha bloqueado sus cuentas bancarias. Maduro ha reaccionado poniendo a todo el mundo a firmar una proclama reclamando la abolición de las sanciones.

Aunque consiga cien millones de firmas, la verdad va más allá de las firmas, es concreta y palpable. Venezuela depende en la actualidad más de la venta de petróleo a Estados Unidos, que Estados Unidos de su compra.

Según la Agencia de Energía de Estados Unidos, en diciembre Venezuela exportó a esa nación 680.000 barriles de petróleo diarios. En 1997, enviaba a Estados Unidos 1,7 millones de barriles diarios.

Al mismo tiempo, aumentó su dependencia de las refinerías norteamericanas a raíz de una serie de accidentes en plantas venezolanas. Para el 2013, unos 200.000 barriles diarios de crudo debían ser procesados en refinerías de Estados Unidos. Y eso disminuyó obviamente los ingresos.

Desde la llegada de Chávez al poder hasta ahora, Venezuela ha mermado drásticamente su participación en el mercado estadounidense, uno de los pocos que pagan en dólares.
The New York Times dijo que a partir del momento en que Chávez accedió al gobierno, hasta el 2013, la producción de petróleo disminuyó en una cuarta parte, y las exportaciones de crudo a casi la mitad.

Eso significa “una gran amenaza económica para un país que depende del petróleo en un 95 por ciento de sus exportaciones”. Se estima que un 45 por ciento de los ingresos fiscales de la nación dependen del producto.

Michael Lynch, presidente de la consultoría Strategic Energy and Economic Research, hizo este diagnóstico/obituario de la administración chavista: “En la década del noventa, la producción (de petróleo) registraba un boom en Venezuela. Podrían haberle hecho pito catalán a Arabia Saudí, y salirse con la suya. Ahora (Venezuela) es el pariente pobre de la OPEP”.

La denodada lucha por la soberanía en todos los niveles, y en todos los lugares equivocados, ha convertido a Venezuela en una nación cada vez más dependiente de Beijing y de Washington.

Mario Szichman