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Son los mismos que en 1998 obviaron a Chávez diciendo que era un fenómeno pasajero. Actuando en consecuencia, lanzaron al ruedo, para enfrentarlo, a una Miss Universo con una cabeza vacía adornada con una hermosa cabellera rubia y a un iletrado decrépito escapado del conuco.
Sorprendidos por la realidad inocultable, a mediados de 1998 pensaron que aún era posible detener al “fenómeno pasajero”, con una triquiñuela chimbo-legal-electorera, separando –por primera vez en los cuarenta años de democracia- las elecciones presidenciales de la elección del Congreso, adelantando estas últimas para noviembre y amarrándolas a las regionales que correspondían ese mismo año. “Es una iniciativa para salvar la democracia” clamó la clase dirigente estafadora. Mentira. Solo buscaban salvar curules amarrándolas al liderazgo de los gobernadores, a sabiendas de que sus candidaturas presidenciales no arrastraban sino que hundían.
Al ver los resultados electorales del 8 de noviembre de 1998, sí, se logró capturar algunas curules y el chavismo no logró una mayoría siquiera simple. Volvieron a argumentar: “Chávez solo logró 8 gobernaciones, somos mayoría”. Con eso, apalancados en los 15 gobernadores antichavistas electos, arroparon a un Salas Römer pintado como salvación, otra vez, de una democracia mil veces traicionada y usada de excusa.
Otra estafa resuelta en las urnas: Chávez ganó el 6 de diciembre de 1998, inevitablemente.
Son los mismos, otra vez, los que instalado el Congreso, le dicen al país que “mantendrán las formas democráticas”, pues Chávez “no podría gobernar contra todos”. Así, negociaron. Con Miquilena y José Vicente. Con el MAS y con el PPT. Repartieron aquí y allá. Se atrevieron a entregarle la presidencia del Senado y, por ende, del Parlamento, a un militar retirado del MVR, partido que no era la primera minoría, pero al ser el partido de gobierno, fieles a los usos de la democracia civil, se le permitió hacer uso del mecanismo no escrito, como si fuesen demócratas.
Pactaron, para no enfrentar. Ese es el modus operandi de esta banda.
Planteada la Constituyente como bandera del recién electo presidente, se negaron a combatirla. Pactaron permitirla, con subterfugios para-constitucionales. “Que convoquen la constituyente, iremos a ella, ganaremos curules y tendrán que negociar”. Lo dijeron los mismos de siempre. Y de hecho, actuaron en consecuencia, lanzándose a la Constituyente y perdiendo, como perdieron Ramos Allup, aspirante por el estado Apure, Luis Carlos Serra Carmona, Oswaldo Álvarez Paz, entre otros. Barridos, otra vez.
En vez de resistir desde el Congreso, se entregaron. Los mismos estafadores, corrieron a pedir su jubilación como parlamentarios y dejaron el pelero, permitiendo el asalto al Poder Legislativo. No hubo quien hiciera campaña contra la Constitución redactada a la medida de Chávez. Un 30% del electorado, a pesar de la ausencia de liderazgo, salió a votar en contra de la propuesta. No hubo quien representara ese descontento pertinaz.
Permitieron que una “Comisión Legislativa” nombrada por la Constituyente, de forma írrita, legislara a nombre del Congreso que ellos entregaron. Sin quejas, aceptaron las nuevas normas electorales que acababan con la representación proporcional de las minorías. Aceptaron que las elecciones que el chavista Eduardo Semtei planificara para el 28 de mayo de 2000, se pospusieran para julio, sin chistar. Cero enfrentamiento.
Son los mismos que pactaron, electa la nueva Asamblea Nacional, cogobernar el órgano legislativo, dejándole al chavismo la presidencia a cambio de una vicepresidencia para Proyecto Venezuela. Y así fueron, por esos años, pactando la permanencia del chavismo. Negándose a enfrentarlo. Pactando lo suyo, a nombre de sus intereses.
Así pactaron el regreso de Chávez en 2002, pactaron la simulación de lucha de 2003 con la famosa “Mesa de Diálogo” de Gaviria y Carter, pactaron un Revocatorio que tenían “blindado” y que, al perderlo por efecto Smarmatic, denunciaron como fraudulento. Los mismos estafadores ofrecieron las pruebas del fraude.
Aún las esperamos.
Son los mismos que juraban enfrentar al chavismo cuando se retiraron de las parlamentarias del 2005. Exactamente los mismos que, con los argumentos usados el año anterior, pero al revés, llamaron a votar por Rosales en 2006. Los mismos que llamaron a votar “No” a la Reforma del 2007 y permitieron que se impusiera por decreto lo rechazado a través del voto. Los que creyeron en la salida “electoral, pacífica y constitucional” contra un régimen cubanizante al cual le negaban su carácter comunista. Los que fueron a las regionales del 2008 y permitieron, ensoberbecidos, la imposición de la Enmienda del 2009, contra la cual no pelearon pues ya tenían lo que desearon y consiguieron en 2008: unas gobernaciones y otras alcaldías de las cuales medrar renta.
Son los mismos que en 2010 participaron en unas parlamentarias con las mismas condiciones que denunciaron en 2005 al son de “no podemos abandonar los espacios”. No hubo rebelión contra el sistema, solo juego dentro de él. Carantoñas a Chávez cuando iba a la AN a rendir sus mensajes. Ni un gesto audaz, más allá de aquella intervención de María Corina machado llamando a las expropiaciones por su nombre: robo.
Son los mismos que fueron a unas primarias en 2012 donde la danza de los millones en gastos de campaña nadie sabe aún quien pagó. Unas primarias con el CNE chavista. Donde termina ganando un candidato que pedía socialismo como el de Lula y confiaba en la perfección del tiempo de Dios contra una tiranía.
Los mismos que pactaron no levantar la voz durante las pompas fúnebres de Chávez.
Los mismos que fueron a unas elecciones contra Maduro y denunciaron que se las robaron, pero que no reclamarían más “para evitar un baño de sangre”. El famoso método de pactar y no enfrentar.
Y aquí surge una cosa peor: la traición abierta. No reclamar “para evitar un baño de sangre” es más bien darle tiempo a la tiranía para hacerse con más poder y mejores condiciones para ejecutar ese baño de sangre. Ha quedado demostrado.
Los mismos que ejecutaron todo lo anteriormente relatado, son los que con la sangre fresca de los muertos de febrero de 2014, se sentaron con la tiranía, para “pactar la paz”. O sea: darle tiempo al régimen.
Son los mismos que ofrecieron ganar la Asamblea Nacional en 2015 y nombrar un nuevo TSJ, una nueva Fiscal, un nuevo Defensor del Pueblo y hasta dolarizar el salario. Los mismos que ofrecieron que “en seis meses” sacarían a Maduro. Los mismos que pidieron “doblarse, para no partirse” y sin embargo, se partieron. Los mismos que declararon “roto el hilo constitucional” pero siguen invocando la constitución. Los mismos que declararon vacante la presidencia por “abandono del cargo” pero siguen llamando “señor presidente” a Maduro y se niegan a nombrar otro gobierno.
Los mismos que llamaron a la desobediencia, pero le piden a la gente que obedezca sus llamados.
Los mismos. Siempre los mismos.
Esos fueron los que nos robaron el plebiscito y sus resultados.
Y nosotros nos dejamos.
Esos estafadores seriales, lo volvieron a hacer: pactar para no enfrentarse. Simular que luchaban, mientras el proyecto siniestro de la imposición del comunismo avanza.
No detuvieron la constituyente, ni tenían un plan para obligar a las FAN a obedecer ni tenían intención de nombrar un gobierno, como ofrecían en el plebiscito que le aprobamos.
Establecido ya el carácter de estafadores seriales de la clase dirigente actual, queda solo entrar en la comprensión de nuestro carácter de estafados seriales. Nos negamos a despertar.
¿Llegará algún día la Rebelión que requiere la República?
Ojalá. Por el bien de esta Nación, ojalá acabemos con los estafadores, como primer paso para salir de la Tiranía.
Por Daniel Lara Farías
Por Daniel Lara Farías