Una amiga me dijo un día que no hay nada más sabroso que vivir en tu propio país, con tu gente, tu familia, amigos, la comida que te gusta, esas arepitas con las que creciste, los paisajes, el clima, tu idioma y, sobre todo, porque no tendrás problemas legales y no será necesario andar encima con un incómodo pasaporte.
Yo opino que ya la década de los noventa terminó.
Pienso que todos podemos refutar eso, o algunos estarán de acuerdo con ella, pero su forma de pensar cambió cuando punto por punto, opiné sobre su intervención. Siempre he pensado que se debe eliminar la creencia de que tu país es solo un territorio.
Venezuela no es solo un espacio geográfico al norte de la América del sur, sino lo que construiste y viviste en él. En este país yo he hecho mis amigos, tengo a mi familia, pero si me voy de él, también los tendré. A veces, cuando nos reunimos para socializar, estamos más pendientes del que habla con nosotros por el teléfono que de los que nos rodean, y no encuentro mayor diferencia entre eso y realizar una videollamada por Skype. Hoy, ni siquiera necesito Skype, WhatsApp es tan práctico que me mantiene tan comunicado con todo el mundo, que a veces molesta.
Si mi gente me va a visitar, será siempre bienvenida, si me consigo a un venezolano en el extranjero veré un pedacito de mi país. No es el territorio, es la esencia. Sin embargo, soy de los que prefiere ver a Venezuela como un grupo reducido de personas a las que quiero (familia, amigos), que a cualquiera con un pasaporte venezolano o europeo pero que nació en territorio criollo. La familia y los amigos, si de verdad te quieren, nunca te van a abandonar, así estés en Nueva Zelanda.
La comida típica venezolana ya es tan popular en el mundo con tanto inmigrante que hasta en los supermercados del exterior
puedes comprarte tu paquetico de harina pan para que te prepares tus arepas en casa, sin cola, y cuando quieras. Si comes Shawarma en Caracas, no será difícil comer arepas en Toronto.
Decir que no te quieres ir de Venezuela por los paisajes, siempre me ha parecido ridículo. Ciertamente tenemos paisajes y recursos espectaculares, pero no somos los únicos, el mundo es muy grande, y nos falta viajar. No seamos tan ridículamente soberbios, que por eso seguimos en crisis.
Si he soportado la muerte de seres queridos y de amigos por parte del hampa, puedo soportar el frío de un país nórdico, así que el clima no parece mayor problema.
Pero aprender un idioma parece el reto de todo el que quiere salir del país, sobre todo se ha convertido un problema para la población mayor. A esta persona con miedo, le digo: Atrévete. Aprender un nuevo idioma no es malo y aprenderás a ver al mundo desde otra perspectiva.
Y, con respecto al último punto, me parece que es la cosa más risible. Yo prefiero andar encima con un pasaporte, hacer muchos tramites para estar legal, y andar con esa “carga” burocrática, que bajar a la panadería a cualquier hora y no saber si regresaré vivo.
Irse del país, puede ser un buen cambio para los que no son nostálgicos, y para los que lo son, también.
Si me toca pasar trabajo afuera, prefiero pasarlo vivo que muerto.