La actuación del Gobierno frente al siniestro del avión Sukhoi es, por decir lo menos, extraña. Las sospechas que ha levantado el accidente en el que murieron los jóvenes pilotos de la Fuerza Armada, Ronald Ramírez Sánchez y Jackson García Betancourt, surgen precisamente por la ausencia de datos.
Los voceros gubernamentales que generalmente sacan provecho mediático a un evento, esta vez guardaron silencio. El presidente de la República, Nicolás Maduro, se limitó a escribió apenas dos comentarios en su cuenta en Twitter: El ascenso postmortem y las condolencias.
El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, salió de su reposo médico y apareció en pantalla desde Miraflores para confirmar la noticia que fue dada primeramente en un comunicado divulgado por Telesur.
No aportó detalles y, en cambio, cargó contra supuestos comentarios burlescos que, según él, se han escrito en redes sociales. Además insinuó que por sobrevolar una zona en estado de excepción, debido al cierre del paso hacia Colombia, el avión pudo ser derribado. Según dijo, la nave seguía una avioneta (que generalmente son tipo cesna, monomotor o bimotor) usada por el narcotráfico.
Ante esto, cabe preguntar a las autoridades:
¿Cómo cae un avión militar de 42 millones de dólares derribado por una avioneta del narcotráfico?
¿Por qué los pilotos no pudieron eyectarse?
¿Es cierto que los pilotos habían declarado la improbabilidad del supuesto magnicidio con aviones Tucanos que denunció Maduro a principios de año y por el que está detenida en Uribana la capitana Laided Salazar?
¿Por qué un Sukhoi era usado para patrullar si es un avión de ataque?
¿Por qué volaba de noche y sólo, cuando el protocolo indica que al menos dos aviones como estos deben sobrevolar juntos?.
¿Por qué tardaron tanto en ubicar una nave con un sistema de localización de altísima tecnología?
Redacción NTN24 Venezuela