El Calabozo de la libertad
Sr. Número Dos:
No creo que sea necesario colocar su nombre y apellido en el título de esta carta. Aquí todo el mundo sabe, incluyendo a los camaradas del PSUV, a quien nos estamos refiriendo.
Desde que salieron publicadas las primeras informaciones en el Diario ABC de España, aquí ya casi nadie habla de usted por su nombre de pila. Ahora todo el mundo habla del número DOS.
Luego de las demandas que usted introdujo contra varios periódicos y medios digitales en Venezuela, incluyendo a 22 directivos de esas empresas, a quienes se les prohibió salir del país, ya ni en los cuarteles lo mencionan a usted por su nombre de bautismo.
Y después de los reportajes en The Wall Street Journal y en The New York Times, ya ni en las Iglesias quieren mencionar el nombre de Dios, por temor a que uno de esos sapos a quienes llaman pomposamente patriotas cooperantes presente un informe denunciando al cura por haber mencionado la soga en la casa del ahorcado.
En Venezuela, hasta donde se sabe, sólo hay un número DOS. Cuando se habla del número Dos, todos saben que es usted. Todo lo contrario pasa cuando se habla del número UNO. Ahí la vaina es diferente. En este país no se sabe exactamente cuántos NUMERO UNO hay. Algunos piensan que es Maduro, otros creen que es Fidel, unos pocos piensan que es Raúl Castro. Y no falta quien crea que es Cilia Flores.
Sr. Número Dos: tengo la leve impresión de que sus días al frente del poder legislativo están contados. Pero fíjese que curioso: al contrario de muchos compatriotas, no creo que usted esté siendo víctima de una campaña criminal por parte del imperio norteamericano. Tampoco creo que se trate de una guerra asimétrica ordenada por Barack Obama o Mariano Rajoy.
Usted está siendo guisado desde adentro, desde las entrañas de la revolución bolivariana. Los que dirigen esa batalla contra usted no están en la oposición, están dentro del gobierno. Sus enemigos quieren sacarlo del poder y apartarlo del negocio para quedarse ellos con el coroto. Esa guerra se parece mucho a la que hubo en Colombia, por allá por los años 80 entre los hermanos Rodríguez Orejuela y el Cartel de Medellín de Pablo Escobar Gaviria.
Sr. Número Dos: a mí se me hace muy difícil creer, por ejemplo, que en la agenda de conversaciones entre Castro y Obama no se encuentre el tema Venezuela. Me cuesta creer, que Obama y Raúl no hayan hablado largo y tendido sobre el futuro inmediato de Nicolás Maduro. Habría que ser muy estúpido para tragarse el cuento de que Cuba y Estados Unidos se pusieron de acuerdo para restablecer sus relaciones comerciales y diplomáticas sin poner sobre la mesa el espinoso asunto de la revolución bolivariana tutelada por Cuba.
En mi modesta opinión, Raúl Castro está jugando billar a dos bandas. Por un lado resuelve el problema económico de Cuba y por el otro intenta despejarle el camino a su ahijado político Nicolás Maduro. Alguien dijo que, en política, dos y dos no son cuatro. Pero lo que sí es cierto es que dos menos uno es igual a uno. En Venezuela hay dos hombres enfrentados disputándose el poder. Y uno de los dos, no quiere al otro.
Cuando en diciembre de 2012, Hugo Chávez designó a Nicolás Maduro como el elegido para sucederlo en la Presidencia de la República, lo hizo tomando en cuenta las recomendaciones que le hicieron Fidel y Raúl Castro. Usted, señor número Dos, siempre creyó aquel 8 de diciembre en horas de la noche, durante la última proclama del comandante, que ese día, usted sería ungido como el sucesor. Pero no ocurrió así: Chávez nombró a Maduro y a usted lo dejó como la guayabera.
A principios de diciembre de 2012, los Castro entregaron a Chávez un dossier completo con todas las investigaciones que habían hecho contra usted y se encargaron de convencer al comandante intergaláctico de que usted no entrara al baile. Tengo la leve impresión de que Raúl entregó a Obama copia de ese mismo expediente.
Thomas Shanon, el enviado de Obama, viajó a Caracas justo pocas horas antes de la instalación de la Cumbre de las Américas en Panamá, y según las malas lenguas, entregó a Maduro otro dossier, elaborado por la DEA. Los documentos debieron muy convincentes porque hicieron cambiar de actitud a Maduro, al punto de que no solamente engavetó las supuestas 10 millones de firmas, sino que además, aceptó conversar con Barack, informalmente, y sin testigos ni cámaras, en un pequeño salón del Centro de Convenciones donde se desarrollaba la Cumbre.
Sr. Número Dos: demandar a La Patilla, Tal Cual, El Nacional y 100 periódicos más en el mundo entero, no sirve absolutamente de nada. Prohibir la salida del país de 22 periodistas y directores de medios tampoco vale de mucho. Esos pronunciamientos, de la AN y del TSJ brindándole su apoyo, no sirven para un carajo. Porque los que pusieron su cabeza en la guillotina, están al lado suyo, abrazándolo, diciendo frases grandilocuentes, que no se las creen ni ellos mismos, como esa de que “quien se meta con el número dos, se mete conmigo”.
El juego terminó Sr. Número Dos: Maduro, Raúl y Obama, le acaban de dictar a usted una medida de casa por cárcel. A usted le va a quedar muy difícil poner un pie fuera de Venezuela. Algo me dice que Nicolás no hará por usted lo que hizo por el general Carvajal. Maduro necesita desesperadamente comprar un pasaje para llegar al 2019 y eso sólo se consigue de dos maneras: 1) con un milagro que haga que el barril de petróleo se ponga a 150 dólares o 2) haciendo lo mismo que hizo Raúl: firmando un acuerdo con Obama antes de que sea demasiado tarde y el barco se hunda.
Gustavo Azócar