Para salir de esta situación hay que salir de Maduro, forzándolo a renunciar, y para conseguirlo hay que apartar a los colaboracionistas, negándoles el voto
En 2002 el pueblo salió a la calle con este objetivo: la renuncia de Chávez. Y efectivamente Chávez renunció, lográndose el objetivo con la intervención de los militares. Quedó demostrado, primero, que la renuncia de un presidente se consigue con el pueblo en la calle; y, segundo, que puesto el pueblo en la calle con este fin los militares intervienen para forzar la renuncia. Temeroso de que se repitiera algo semejante Chávez satanizó aquella rebelión popular llamándola “golpe”. No fue un golpe, sino una rebelión del pueblo, que terminó siendo “cívico-militar” al sumárseles los militares. Pero los colaboracionistas le hicieron coro a Chávez abjurando de aquella hermosa gesta, diciendo que fue un error que jamás debe repetirse. Para los colaboracionistas todo gesto de rebeldía es un error.
En 2005 el pueblo se declaró en desobediencia civil. Lo hizo absteniéndose masivamente en las elecciones parlamentarias. El 85% de los electores no votó. Muchos más de lo que siguieron a Toledo en Perú cuando llamó a la abstención para deslegitimar el sistema electoral fraudulento, primer paso para derrocar al dictador Fujimori. Mientras Toledo lanzó al pueblo a la calle, convocando la movilización nacional, aquí los colaboracionistas, que usurpan el rol de la oposición, fueron a pedir perdón a los comunistas. El efecto político de la abstención masiva se perdió. Y quedó frustrado el espíritu de rebeldía, que los colaboracionistas han satanizado desde entonces: lavándole el cerebro a los electores le metieron en la cabeza que aquel gesto de desobediencia civil masiva fue un inmenso error que no se debe repetir. Precisamente para impedir que un disidente incurra en otro gesto de rebeldía semejante los colaboracionistas inventaron la unidad transformada posteriormente en unanimidad. Así todos están amarrados al colaboracionismo. La unidad es sólo para concurrir a las elecciones, sirviéndole de comparsa a la tiranía a la cual le ponen careta de democracia. No hay unidad para rebelarse, ni para la desobediencia civil, ni para ningún gesto de rebeldía. Nada fuera de votar. Malicioso, Chávez reforzó a los colaboracionistas metiendo a unos infiltrados con cara de conversos.
A consecuencia del lavado de cerebro y no habiendo disidencia, la gente concurrió masivamente a votar en 2010. Con casi 70 diputados, la unidad prometió que tendría a la tiranía bajo control. No pasará ningún ley habilitante, y pasaron todas. No pasará ninguna ley comunista, y pasaron todas. No será nombrado un TSJ de puros comunistas, y fue nombrado todo. No serán nombrados puros comunistas como Fiscal, Contralor y Defensor, y fueron nombrados todos. No habrá un CNE de puros comunistas, y lo hay con un colaboracionista de adorno. No seguirá mandando Cuba en Venezuela, y sigue mandando. No se podrán seguir haciendo los que le venga en gana, y lo siguen haciendo. Y no sólo eso: hay más inseguridad que nunca, hay una hiperinflación jamás vista, la moneda vale mucho menos que antes, escasea todo, el salario no alcanza, el hambre aprieta, los jóvenes emigran, no hay trabajo decente. El país está en la carraplana, los venezolanos arruinados, mientras los corruptos se roban el dinero que queda. Asaltos y asesinatos por dondequiera. Vivimos en zozobra permanente, por el crimen y por la situación económica. Ya no aguantamos más. Estamos peor, mucho peor, que cuando no había diputados supuestamente de oposición en la Asamblea. Estábamos mejor cuando no había ninguno. Y tal vez esto no hubiera pasado porque muchos habrían tomado la calle.
¿En qué nos ha beneficiado tener supuestamente 70 diputados en la Asamblea Nacional? En nada. Absolutamente en nada. Eso prueba que nada cambia con que haya diputados supuestamente de oposición en la Asamblea Nacional. Igual la tiranía hace lo que le da la gana. Más aún, esos diputados ayudan a que la tiranía haga lo que le da la gana. Lo prueban los sucesos de febrero de 2014. Tres disidentes (Ledezma, López y Machado) convocaron a la calle. Marcaron así una diferencia con los colaboracionistas. Entonces los colaboracionistas que están en la Asamblea se unieron a la tiranía para aislarlos actuando como esquiroles o rompehuelgas. Para los colaboracionistas la calle es una herejía, que satanizan porque para ellos lo único que vale es votar por ellos, no importa que el país se hunda y la gente se arruine como está.
Tengamos claro: para salir de la tiranía hay que salir de Maduro, como primer paso, y para conseguirlo hay que dejar fuera de combate a los colaboracionistas no votando por ellos.
No es que no votes, es que no votes por los colaboracionistas.
Jesús Petit Da Costa