Maduro que se está quedando solo, como si
realmente creyera que Dios proveerá…
Maduro busca que la oposición defienda una salida violenta para justificar la represión.
El gobierno habla de conspiraciones, impide las manifestaciones, persigue a los estudiantes, anuncia que enviará a prisión a líderes de la oposición. Ese es el discurso oficial a pesar de que la oposición insista en una solución pacífica. El juego está claro, no hay otra salida que la electoral, eso sí, con un programa claro de cambio.
A la oposición le es vital ganar las próximas elecciones por paliza, algo nada fácil porque numerosos electores creen cosas absurdas como que solo contando los votos manualmente se evitará un posible fraude, cuando en realidad sucede exactamente lo contrario: el conteo manual multiplica las posibilidades de fraude. Hay otras ideas peregrinas, entre ellas la posibilidad de alterar los resultados obtenidos en la mesas en el propio CNE. Si el país vota masivamente, no hay fraude posible.
Ignoramos la fecha de las elecciones, aunque por sus actos el gobierno muestra que pronto las convocará. Ignoramos también qué esconde el registro electoral; hay que suponer que el gobierno cuenta con algunos votos adicionales en ese registro y muchos supuestos abstencionistas son fallecidos que no ha sido sacados del registro. ¡Ignoramos también todavía quiénes serán los candidatos de la oposición!
Habría que convencer a los electores primero de la importancia de las elecciones, demostrarles que representan una salida política a la crisis, porque Maduro no renunciará a la presidencia y que la votación por máquinas, con testigos en las mesas, impide cualquier fraude, igual que el uso de las huellas digitales de los electores.
En elecciones legislativas aumenta la abstención. Esta vez una Asamblea en manos de la oposición generaría una crisis que sería terminal.
El presidente de la Asamblea sería el líder de la oposición y negociaría con el chavismo una salida política a la inevitable crisis. Tarea nada fácil, porque también ese virtual presidente de la Asamblea necesita ser un gran político.
Estas elecciones cambiarán al país si las gana la oposición. Maduro apuesta por dividirla: apoyará y financiará a los precandidatos que sean derrotados en las primarias, o hayan sido sacados del juego por los acuerdos de consenso, y quieran presentar sus candidaturas.
Maduro muestra también un espléndido desprecio por la economía, como si apostara por un milagro a que las cosas se arreglarán solas. Algunos expertos aseguran que para diciembre el barril llegará a 70 dólares, otros dicen lo contrario y señalan que bajará a 25 dólares. En cualquier caso no alcanzarán las divisas.
Cada vez hay menos chavistas con Maduro que se está quedando atrozmente solo, como si realmente creyera que Dios proveerá, pero Dios no salva a los malos políticos.
La aplicación de las nuevas medidas siguen siendo un misterio, solo hay un hecho tremebundo, la inflación en enero llegó a topes históricos. En realidad, el gobierno quiere dejar todo como estaba, anuncia la vuelta al dólar permuta, pero enseguida le pone límites. Inesperadamente, el gobierno descubre que somos un país rentista, olvida que gracias a Chávez 97% de las divisas que llegan al país provienen del petróleo; anteriormente las exportaciones no tradicionales rondaron hasta 8.000 millones de dólares. Esas exportaciones las desapareció el chavismo.
Rodrigo Cabezas afirma que Venezuela “debe elevar su producción petrolera a todo riesgo”. ¿Cómo? ¿Con esta Pdvsa?
Agregó Cabezas que luego de 2 años de alta inflación “es inviable para cualquier negocio contar con esa tasa cambiaria, es producir a pérdida”.
Otros chavistas critican las medidas económicas, señalan que un tipo de cambio a 6,30 es insostenible. Tienen razón. Las críticas a la política económica de Maduro ya son a gritos.
14 de febrero 2015
Fausto Maso