Si el régimen tuviera “sangre en
la cara”, le hablaría al pueblo…
Da pena levantar la cara. Nuestro orgullo lo perdimos. Es verdad que ser orgulloso no es bueno, porque Cristo nos enseñó la humildad como el valor que engrandece, pero los venezolanos nos sentíamos orgullosos de nuestro trabajo y de nuestra riqueza natural.
Hoy somos mendigos buscando reales, nos agarramos a trompadas por un kilo de pollo, nuestras mujeres le lloran al guardia para que les permita comprar pañales y leche para los niños, medicina para nuestros viejos, harina para hacer las arepas, jabón para bañarnos, y nosotros suplicamos que nos permitan echarle gasolina al viejo y destartalado carro. Esta situación es vergonzosa para cualquier venezolano, nos humilla, nos atemoriza y lo peor es que pensemos que la solución a esta desgracia está en manos de otros y no en nuestras propias manos.
Vinieron expresidentes de otros países a ver nuestra desgracia. Nos vieron en las largas colas buscando qué comer, observaron que realmente se les viola los derechos a los presos políticos, y a los que no también, constataron que el país está en la ruina, está quebrado, las fábricas están paralizadas, la agricultura y la cría está en los puertos y no en los campos, y nuestra empresa petrolera está en apuros, endeudada, sobrecargada de personal, burocratizada y buscando reales prestados. El desabastecimiento es general, la escasez se acentúa cada vez más y el racionamiento de alimentos, medicamentos, útiles para la limpieza y combustible, son suministrados a cuenta gotas bajo un estricto control militar del gobierno. El ex presidente de Costa Rica, Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz, tuvo problemas de salud y no pudo acompañar a sus homólogos en la visita a Venezuela, pero nos envió una carta a los venezolanos. En ella se pregunta: ¿Cómo ha logrado mantenerse 15 años el régimen chavista?, mientras hemos creído que Venezuela no lo puede soportar. ¿Qué explica esta resiliencia?, se pregunta.
Al leer el término utilizado como interrogante por el ex presidente Arias, nos hace sentir como si nos levantaran del suelo, porque se corresponde con la entereza del pueblo. La resiliencia es la capacidad de aguante, de afrentar la adversidad saliendo fortalecido. Es el convencimiento que tiene un individuo o un equipo en superar los obstáculos de manera exitosa, sin pensar en la derrota, a pesar de que los resultados estén en contra. Podríamos decir que la resiliencia es la entereza más allá de la resistencia, con capacidad para sobreponerse a un estimulo adverso, a una conducta adversa. El Premio Nóbel de la Paz, aprovecha para recomendarnos que lo indispensable sea restablecer el Estado de Derecho y la separación de poderes, abandonar la perversa intromisión de las fuerzas armadas en la vida civil y que la oposición deba derivarse de su adhesión a ciertos principios, no de su ataque a ciertas personas. Debe derivarse de su compromiso con el respeto a la institucionalidad y de su negativa a utilizar la violencia como moneda de cambio. En estos momentos es necesario ejercer un liderazgo responsable, subraya.
Para nosotros, si el gobierno tuviera vergüenza, le hablaría al pueblo. Nos contaría su desgracia, su incapacidad para resolver los problemas, aceptaría su fracaso y entre todos veríamos qué hacer. El conoce que el 82 % de este pueblo rechaza su conducta, su forma de gobernar, pero nosotros también entendemos que los errores del gobierno nos desacreditan como país y que nuestra valoración como hijos de esta patria, como venezolanos con orgullo, nos avergüenza. Debemos restituir nuestra honra, nuestra entereza. Somos un pueblo grande por enseñanza de Bolívar, nuestro Libertador, pues entonces que nuestra vergüenza de hoy, sirva para honra de mañana. ¡Actuemos con nuestras propias manos! ¡Levantemos la cara! Despierta mi pueblo porque amanece.
Por: Lenín Valero